El último miércoles conocimos de una exitosa operación conjunta entre la DIRCOTE peruana y la DIJIN colombiana. Ambas policías especializadas en inteligencia y en la lucha contra la violencia y el terrorismo, habían capturado en Lima a un capo de la droga colombiana que se aprestaba a comprar un cargamento de armas.Al día siguiente, sin embargo, volvimos a alejarnos del éxito con el que los colombianos avanzan sobre sus enemigos internos, las FARC y el narcotráfico. El jueves, el Estado peruano le infringió un golpe feroz a la voluntad de combate de nuestras tropas en el VRAEM.Por medio de una nota de prensa La Contraloría desautorizó los términos de un contrato que prestó capacitación, entrenamiento y asesoramiento al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas entre el 2009 y 2011.Sin señalar irregularidades concretas, pero de una manera frontal y agresiva, La Contraloría expuso conclusiones condenatorias: Todo fue un fraude, no se realizó el entrenamiento que se había pactado, no vinieron los capacitadores que tenían que venir, se pagó millones en perjuicio del Estado a una empresa israelí.Inmediatamente el diario La República publicó el contrato que La Contraloría había vilipendiado y con él las especificaciones sobre el nivel de entrenamiento que nuestras tropas han recibido. Ahora nuestro enemigo sabe contra cuántos hombres se enfrenta, el nivel de actualización que manejan -desde el comando hasta el último soldado- qué capacitación tienen en el uso de las armas específicas para la zona, para sus comunicaciones, para sus desplazamientos; y cómo se ha producido la reorganización de nuestra inteligencia militar en el VRAEM.Pero eso no es lo peor. Clausewitz, el Sun Tzu del siglo XIX, dice que "una guerra se gana quebrando la voluntad de combate del enemigo". Dice que de la moral que acompaña al combatiente, depende la victoria. Y cómo cree usted que estará ahora la moral de nuestros soldados en el VRAEM. ¿Cómo? Después de que les han dicho que quienes los entrenaron son unos fraudes. La capacitación tiene como objetivo que el soldado recupere la convicción de ganar, la resolución de vencer. Cuánta seguridad puede tener un soldado al que le "revelan" que su instructor es un estafador. Cuánta convicción puede acompañarlo si empieza a dudar de la legitimidad de las tácticas que le enseñaron para salvar su vida o para acabar con la del enemigo.En abril del año pasado, a propósito de la Operación Libertad, se filtraron a los medios contratos que causaban el mismo efecto desmoralizador entre nuestros soldados. El escándalo se armó alrededor del contenido de las raciones. Sin escrúpulos, les dijeron a nuestros hombres que les estábamos dando comida podrida. Eso nunca se probó, pero consciente del efecto devastador de esas denuncias ligeras, y en medio de la guerra que libramos contra Sendero Luminoso, el Gobierno dio un dispositivo legal que convierte los contratos militares en secretos. El contrato con los instructores israelíes no está protegido por esa ley porque se firmó antes de que ésta se promulgara, pero bajo esa leguleyada se está violando el principio que la sustenta, afirma la periodista Cecilia Valenzuela.