En una intervención desafortunada, el nuevo presidente del Tribunal Constitucional (TC), Víctor García Toma, se ha sumado a los candidatos presidenciales que promueven un cambio radical de la Carta Magna, incluso con una especie de Asamblea Constituyente.Como lo hemos sostenido, la actual Constitución de 1993 no es perfecta pero introdujo modificaciones sustantivas, como en los mecanismos de democracia directa, y mejoró las condiciones para promover el crecimiento económico.Por lo mismo, si hay que hacer ajustes estos deben ser parciales, labor que corresponde retomar al Congreso. Hay que recordar al respecto que se avanzó mucho en la reforma parcial. Sin embargo, esta se paralizó, de modo absurdo e irresponsable, sobre todo por la intransigencia del aprismo.Hay también razones prácticas para apoyar la reforma parcial, precisamente para evitar la incertidumbre y la inestabilidad jurídica que causaría un debate altamente politizado de una nueva carta. ¿Quién invertiría en un país cuyas reglas de juego legales se ponen en entredicho una y otra vez? Finalmente, en lo formal, resulta absurdo e impertinente que el máximo encargado de la entidad contralora de la Constitución declare --al asumir su cargo-- que la considera ilegítima. Si esa es su postura, pues por coherencia no debió aceptar tan algo encargo.