Lo que está pasando en Lambayeque en torno al proyecto minero Cañariaco constituye una historia de manipulación y abuso remarcables. No es, sin embargo, una historia original, sino que más bien parece parte de un guion que viene reproduciéndose a lo largo y ancho del territorio nacional alrededor de varias minas.La historia que nos cuentan trata, muy resumidamente, de una comunidad campesina (Cañaris) en la sierra de Lambayeque que, representada por su valiente presidente, se enfrenta a una prepotente minera canadiense que quiere explotar un yacimiento bajo su territorio, pero sin su aprobación. Estaríamos, pues, ante una historia de "campesinos andinos versus empresa extranjera". Y una historia que habría tomado matices violentos únicamente por la actitud atropelladora de la minera y el Gobierno al querer seguir adelante pese a la clara oposición de la comunidad.Los hechos no coinciden con esta historia. En julio de este año fue realizada una asamblea comunal con todas las formalidades de ley: fue convocada por un juez de paz de Cañaris, respondiendo a una solicitud firmada por más del 20% de los comuneros, y con publicación en "El Peruano". La asamblea contó con el quórum exigido por las normas y aprobó por mayoría autorizar a la minera para realizar actividades de exploración en las tierras de la comunidad. El acta correspondiente fue certificada por el juez de paz, quien actúa como notario, dando fe de la presencia de los firmantes, y está suscrita por 725 comuneros.¿Por qué fue llamada la asamblea por el 20% de los comuneros? Porque el presidente de la comunidad, Cristóbal Barrios, se había negado a convocarla él y, de hecho, la boicoteó. Su argumento para hacerlo -que la comunidad se oponía al proyecto- pecaba de desvergüenza: si la comunidad se oponía al proyecto, ¿por qué no dejarla expresar esta desaprobación de forma pública y con presencia notarial?Pues bien, ¿qué hizo el señor Barrios cuando la asamblea decidió dar el permiso de exploración? Algo muy práctico: celebró su propia asamblea, sin notario, sin publicaciones, sin actas, sin nada, y luego salió a decir, junto con los "frentes de defensa" ya debidamente formados, que en la convocatoria legal solo participaron 250 comuneros (una falsedad demostrada por el acta notarial de la misma), mientras que en la suya 2.000 comuneros dijeron "no" a la minera, lo que, desde luego, no hay forma de corroborar. Sí pudo verse, sin embargo, el poder de convocatoria del señor Barrios cuando, luego de su asamblea y al día siguiente del secuestro de diez trabajadores de la minera, mil personas (no necesariamente de la comunidad) intentaron tomar el campamento de Cañariaco, llegando a destruir algunas instalaciones e incendiando plantones de café de un proyecto de un grupo de comuneros que la empresa auspicia con sus ingenieros forestales.La historia, entonces, no es como nos la cuentan: los comuneros, por un lado, y la minera, por el otro. Quienes sumaron el quórum y las mayorías necesarios para autorizar la exploración, igual que quienes trabajan con la minera en el proyecto cafetalero, son campesinos andinos. Luego, la violencia y la trampa que se están desplegando contra el proyecto que estos comuneros han apoyado haciendo uso de los derechos que les da la ley son una violencia y una trampa que van contra ellos también. Contra ellos, esto es, y contra su esperanza de salir de la secular pobreza en que vive su comunidad. Después de todo, la minera no solo invertirá US$1.600 millones y generará 1.200 empleos directos en la zona, sino que se ha comprometido contractualmente a entregar a la comunidad un millón de acciones de su capital social.Lo que se está enfrentando a esta esperanza, por lo demás, no es más que un fantoche -el de una futura ausencia de agua- cuyos hilos están moviendo un grupo de manipuladores ideologizados y en busca de poder.¿Cuál es este grupo? El de siempre. No en vano, según declaró a El Comercio uno de los líderes de la "protesta social", ellos se han reunido varias veces con Gregorio Santos (de Patria Roja) y Marco Arana (de Tierra y Libertad) para su "asesoramiento".