Alan García formalizó el inicio de su tercera campaña electoral con una serie de presentaciones que empezó el jueves en Santa Clara -en la 43ª CADE- y continuó al día siguiente en el Campo de Marte ante sus militantes.Guardando las obvias diferencias de tono de una presentación en un auditorio empresarial y un mitin en la plaza pública, no puede decirse que existan inconsistencias en el mensaje y en las propuestas lanzadas por el líder del Apra.En resumen, esta plantea una reforma para reconstruir el sistema político, el establecimiento de una agenda social y la definición de ciertas condiciones para alcanzar el desarrollo del país en un contexto de estabilidad económica y de promoción de la inversión privada.Su problema, sin embargo, no es el mensaje -el cual parece, en general, moderno e interesante- sino el mensajero. Su problema es, por un lado, su falta de empatía con un electorado que ha cambiado mucho desde que García realizara su primera campaña presidencial, en los años ochenta, y con el cual no ha logrado reconstituir una relación positiva. Una frase que se escucha con frecuencia -especialmente entre los jóvenes- es 'Alan ya fue'.Su otro problema es de poca credibilidad. Aun cuando los entusiastas de su candidatura y sus voceros oficiosos elaboran el inaudito argumento de que quienes le solicitan a García una explicación sobre el cambio de posición con respecto a las ideas que llevaron al desastre durante su primer gobierno, son unos lacayos de los banqueros, lo cierto es que lo ocurrido entre 1985 y 1990 todavía representa una mochila bastante pesada.Esta será, por tanto, otra campaña compleja para García, quizá más dura que la que de 2001, cuando logró pasar a la segunda vuelta y finalmente perdió por poca diferencia contra Alejandro Toledo.La expectativa de los apristas y alanistas se sustenta en la gran capacidad de García como candidato, pero él deberá enfrentarse a una incredulidad que, en lugar de haber disminuido con el paso del tiempo, parece haberse profundizado.