Transparencia, inclusión, corrupción, ética, bien común, coaching, responsabilidad social empresarial, liderazgo, transición, planeamiento, credibilidad, retos, insensibles, deshonestos, son algunos de los términos que se dejaron escuchar en la 50 edición de la CADE en la ciudad de Arequipa. Más allá de las controversias que se generaron por la conveniencia de la presencia de algunos de los expositores, esta vez se escuchó mayor autocrítica por parte de los líderes empresariales, lo que no es usual en ellos. Y es que si se pretende que estos tengan un mayor compromiso con el país, primero se deben reconocer los errores.Tres sesiones fueron las que llamaron más mi atención. La primera de ellas: "El Perú que soñamos", por las menciones que hizo Eduardo Torres Llosa, gerente general del BBVA Continental, al señalar que los gremios empresariales se tienen que reinventar y el Perú ponerse como benchmark no a los países de la región, sino ser más ambicioso y fijar como referencia, por ejemplo, a las naciones nórdicas. El reto no es fácil, cuando empresarios, y sobre todo ciertos asesores de estos, son muy autocomplacientes con los resultados económicos y pareciera que consideraran crecimiento como un sinónimo de desarrollo. La experiencia de otros países demuestra qué tan equivocado pueden estar. Será por eso que cuestionan todo aquello que signifique crítica. Por eso, hizo bien Felipe Portocarrero, rector de la Universidad del Pacífico, al recordar que lo primero que mira el premio Nobel de Economía, Amartya Sen, cuando visita un país es observar cómo se enfrenta la mortalidad infantil y cómo se trata a las madres gestantes.La otra sesión, y quizá una de las mejores , fue "Institucionalidad Empresarial", en donde destacaron Ricardo Briceño, ex presidente de la Confiep, y el actual titular de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), Luis Salazar. Ambos coincidieron en que la agenda de los gremios es más reactiva y enfocada en su relación con el poder central. Reconociendo que la percepción que tiene la ciudadanía sobre el empresariado es negativa, inclusive señalando que se les considera insensibles y deshonestos. Y, lo que es peor, es que hay asociados de dichos gremios que piensan que estos deben ser como un club de amigos. Admitir estas debilidades no es común entre los empresarios.Todo eso quedó confirmado cuando las encuestas entre los asistentes a la CADE arrojaron como resultado que el 52% justifica la corrupción "para salir adelante".Es así que los gremios empresariales terminan atrapados repitiendo frases y muchas veces toman decisiones más por percepciones que por estudios técnicos. En otros casos, su orientación termina dependiendo del presidente de turno, como lo admitió Salazar, de la SNI. La tarea que queda es generar una mayor credibilidad y vinculación con los otros estamentos de la sociedad y sobre todo con los empresarios del interior del país, que están tan poco representados, pues la agenda en la mayoría de los casos obedece a los intereses de Lima. Por último, la mesa "Mi compromiso con el Perú", en la que destacó Dionisio Romero Paoletti al señalar que "pocos respetamos la ley y eso no es sostenible en el tiempo".Superar los problemas que se mencionaron en la CADE supone planeamiento y menos del 49% de los ejecutivos dijo que las empresas donde laboran lo realizan a más de tres años.Por cierto, estas reflexiones no significaron que los ejecutivos sean pesimistas, pues la encuesta reveló que el 89% de los asistentes a la CADE consideraban que el país está progresando, nivel mucho mayor al 53% que respondió de la misma forma en el evento del año pasado. Tras tres días, la pregunta de siempre al finalizar el encuentro es si todo queda en lo meramente declarativo o si se asumen compromisos que luego se reflejen en la práctica. Esta vez hubo la promesa de realizar un seguimiento de las conclusiones que permitan crear un nuevo liderazgo y una nueva vinculación del empresariado con el país,afirma Julio Lira Segura, director del diario Gestión.