A LA SAGA. En un reciente ranking (de The Economist), de un total de 40 países solo cinco latinoamericanos (Chile, Argentina, Colombia, México y Brasil) figuran en los últimos lugares con los sistemas educativos menos exitosos del mundo en desarrollo. El Perú ni siquiera aparece, lo cual no sorprende ya que en el último ranking de competitividad del World Economic Forum estaba en el puesto 132 (de un total de 144) en calidad del sistema educativo. La flamante ley de reforma de la carrera magisterial tiene como objetivo mejorar la calificación y performance de los docentes, lo cual está bien, pero nada asegura ese resultado, incluso podría significar un retroceso a la reforma que se venía haciendo. Si bien contiene aspectos positivos (por ejemplo, no acepta a docentes que hayan estado involucrados en terrorismo; da incentivos para la capacitación), el sistema de evaluaciones deja que desear: se autoriza un primer aumento automático para todos (sin evaluación) y los comités evaluativos (para el ingreso, ascenso y permanencia) no son independientes del poder político, lo cual puede ahuyentar a los mejores profesionales al no garantizar una carrera meritocrática. Además, les da hasta dos oportunidades a los maestros que desaprueben las evaluaciones para la permanencia, las cuales se toman cada tres años. Eso quiere decir que, en la práctica, este gobierno no va a despedir a los profesores no calificados y le estaría dejando esa bomba de tiempo al siguiente gobierno. En el reglamento se debería establecer que no podrán ejercer la enseñanza aquellos docentes que no aprueben las evaluaciones de permanencia. De no ser así, se pondría en mayor riesgo el futuro del estudiante en un mundo cada vez más competitivo. De otro lado, es imprescindible que, cuanto antes, se apruebe otra reforma complementaria: la de la misma enseñanza y educación, a fin de adaptarla a las necesidades presentes de técnicos y profesionales de las empresas privadas y del sector público. Sostener altas tasas de crecimiento económico del país pasa por mejorar la productividad, lo cual está íntimamente ligado al capital humano por lo que una real reforma educativa no puede esperar.