Algunos indicadores a corto plazo hacen pensar que la situación en Estados Unidos va a mejorar en los próximos meses. Las ventas minoristas crecieron en setiembre 11.3%. Esto responde a la caída en el endeudamiento de las familias, que ha bajado de 114% del ingreso personal a mediados del 2009 a 97% al segundo trimestre de este año y a la riqueza de las familias, que ha crecido 490% del ingreso disponible a finales del 2008 a 527% al segundo trimestre de este año. En el lado inmobiliario, corazón de la pasada crisis, el índice Case-Shiller se ha estabilizado alrededor de 142 desde marzo del 2009, lo que parece ser un nuevo equilibrio. Sin embargo, algunos otros indicadores no son tan alentadores: las ejecuciones hipotecarias siguen en 4.3% del total de la cartera de hipotecas, nivel lejano al 1.1% precrisis; en agosto se vendieron solo 373 mil casas nuevas, la mitad del nivel precrisis.Por tanto, existen razones para tener un moderado optimismo sobre la economía estadounidense (se espera que esta crezca entre 1.8% y 2% este año), idea que parece compartir Ben Bernanke, dado que a pesar de que algunos indicadores dan señales de revertir sus tendencias de caída, ha preferido seguir apoyando la recuperación y mantener la tasa de interés entre 0%-0.25% hasta finales del 2015. Además, se complementa dicha medida con una nueva ronda de estímulo, el QE3, que promete comprar US$ 40 mil de papeles hipotecarios mensuales por tiempo indefinido, hasta que mejore el empleo.En el plano político, es difícil olvidar la discusión sobre la elevación del límite de deuda del Tesoro estadounidense en julio del 2011. Esta fue muy intensa al interior del Congreso, dado que los republicanos amenazaban con no aprobar tal medida, poniendo en peligro el frágil equilibrio fiscal de Estados Unidos. En ese momento, Standard and Poor’s se atrevió a realizar lo que parecía imposible: degradó la calificación soberana de Estados Unidos. Esto desplomó las bolsas mundiales y se sumó a los problemas de Europa. Por desgracia, esta situación está a punto de repetirse dado que se está por alcanzar el actual límite legal de deuda, que asciende a US$ 16,394 miles de millones. El agravante aquí es que la pugna va a ser muy reñida y, por tanto, la discusión en el Congreso será particularmente tensa. Si no se llegara a un acuerdo, US$ 600 mil millones en aumento de impuestos y caída de gastos, principalmente en defensa, tendrán que ponerse en marcha para evitar el default, afirma Eduardo Jiménez, analista económico de Macroconsult.