El desconcierto se extiende entre los 'partidos tradicionales' -o como quiera llamárseles- ante el avance de Ollanta Humala en cada nueva encuesta que se divulga. En la de ayer, de CPI a nivel nacional, se ubica en el segundo lugar con 15%, detrás de Lourdes Flores y delante de Alan García y Valentín Paniagua.Aún faltan cuatro meses para la elección, un período durante el cual Humala tendrá que exponerse para examinar al detalle sus planes y propuestas, lo cual constituirá su prueba de fuego. Podría seguir creciendo, pero su imagen también podría diluirse en dicho proceso.A pesar de ello, en lugar de salirle al frente con ideas, algunos partidos políticos están adoptando algunas actitudes y proponiendo ciertas acciones que reflejan más de un sentimiento de culpa. El problema es que, en efecto, tienen rabo de paja.Políticos al borde de un ataque de nervios.Una de esas propuestas -lanzada ayer- es la reducción y hasta eliminación del sueldo de los congresistas, pensando ingenuamente que, de este modo, se podrá borrar la deplorable imagen de corrupción e impunidad que ha dejado la escena política entre la mayoría de la población, no solo durante el último lustro sino a través de, por lo menos, las pasadas tres décadas.Es como comprar el seguro para el automóvil cuando ya se produjo el choque, o como abrir el paraguas cuando ya se está en medio del huracán, especialmente cuando las propuestas provienen de políticos que ya han perdido toda la credibilidad.Porque cuando se les dijo que el Congreso era -en su mayoría- corrupto y mediocre, respondieron con una absurda censura. Porque cuando se les dijo que Enith Chuquival, Gerardo Saavedra Mesones, Jorge Mufarech o Víctor Valdez no reunían las condiciones para representar al país, Alejandro Toledo los premió con una presidencia de comisión o se paseó con ellos por todo el país.La candidatura de Humala podría incluso llegar a caerse en los próximos meses, pero la indignación por la mediocridad y la corrupción que se observa cada día entre nuestros políticos seguirá siendo el telón de fondo de un país que camina al borde del abismo institucional, señala el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich.