El secuestro por parte de la comunidad awajun de Supayacu (ceja de selva de Cajamarca) de tres geólogos del Ingemmet y seis miembros de la comunidad vecina de Los Naranjos, con posterior azotada con látigos y ortigas y encierro incomunicado de cuatro días, terminó como era de esperarse. Es decir, con el viaje de una comisión integrada por varios representantes estatales para negociar con los awajun el fin de la "retención" y firmar un acta, comprometiéndose a que no habría denuncia alguna contra los comuneros de Supayacu. Para ser justos, sin embargo, hay que reconocer que no se cedió en todo frente a la violencia awajun. El Estado no aceptó la exigencia de la comunidad de que le entregase, a cambio de los técnicos del Ingemmet, a las personas con que los comuneros los confundieron al secuestrarlos: a trabajadores de una empresa minera que tiene un proyecto en la zona al que se opone la comunidad de Supayacu. Según parece, más que un error ético, los awajun consideraban que habían cometido un error de puntería con su secuestro y querían que el Estado los ayudase a corregirlo.Naturalmente, el asunto fue tratado así -como una "protesta social" que debía terminar en una "comisión de diálogo" y un "acta", en lugar de como "un secuestro agravado" que tendría que haber acabado en "detenciones" y "prisión"- porque quienes lo protagonizaron fueron miembros de una comunidad nativa enfrentados con una minera (a la que acusan de haber dañado ambientalmente su territorio, pese a que esta ni siquiera ha empezado la etapa de exploración). Si la cosa hubiese sido al revés, si, digamos, un grupo de mineros hubiese secuestrado a alguien, con la excusa que fuese, los hubieran sacado de ahí al primer día, esposados y en helicóptero, rumbo a sus procesos penales en Lima.Es cierto que se dan argumentos para este trato diferenciado. El problema es que son malos. Así, para el caso de las comunidades nativas como los awajun, se suele hablar de "cosmovisiones" diferentes. El gobernador del distrito donde queda Supayacu, por ejemplo, ha dicho que a los técnicos de Ingemmet los awajun "solo les han aplicado la justicia indígena". Pues bien, si la "cosmovisión" de cada uno va a determinar lo que puede hacerle a los demás, deben considerarse afortunados los geólogos del Ingemmet de que los awajun ya no practiquen la reducción de las cabezas de sus enemigos (que durante siglos fue parte muy importante de sus tradiciones). Con el mismo argumento, por otro lado, la comunidad de Los Naranjos, que también está formada por awajun y que sí apoya al proyecto minero, debiera tener ahora rienda suelta para, siguiendo ancestrales costumbres awajun, castigar guerreramente a sus vecinos de Supayacu.Sí es un argumento mejor el que sostiene que estas comunidades viven aisladas en lugares donde la presencia del Estado es precaria o nula, por lo que a diferencia, digamos, de los mineros de los que hablamos en nuestro ejemplo de arriba, no tienen muchos caminos para hacerse oír (lo que, por cierto, es uno de los motivos por lo que nosotros proponemos una reforma electoral que nos lleve a distritos pequeños y uninominales). Pero no se entiende cómo eso vuelve válido que uno se abra nuevos caminos para defender sus derechos construyendo por encima de los de los demás -por ejemplo, secuestrando y torturando-. (Edición domingo).