ADVERTENCIA. El intento de clausura de la planta de generación termoeléctrica Kallpa en Chilca (que produce 870 MW, el 18% de la demanda nacional) por parte del alcalde de dicha localidad, puso nuevamente sobre el tapete el tema de la fragilidad de nuestra seguridad energética y el riesgo de cortes en el suministro eléctrico. Si bien la clausura se suspendió, nos recuerda que la generación térmica a base de gas natural (GN), que ya suministra el 47% de la demanda, está concentrada en Chilca (Lima) y depende totalmente del gasoducto principal de Camisea, que no tiene una alternativa en caso de cualquier siniestro. Sin embargo, la ampliación de su capacidad (totalmente copada a la fecha) está paralizada por el repunte del terrorismo en la zona de las obras; y el proyecto del Gasoducto Andino del Sur (cuyo primer tramo podía ser una solución) también está en stand-by, mientras que la iniciativa alternativa lanzada por el Gobierno todavía tiene que ser aprobada por el Congreso y recién luego licitada por Proinversión. Así, el ingreso en operación de varias plantas de generación ya programadas podría quedar retrasada por la falta de suministro de gas (de ahí la lucha por el acceso a la capacidad actual del ducto como lo demuestra la denuncia reciente por una entrega ‘a dedo’ de 80 millones de pies cúbicos de gas diarios a dos empresas termoeléctricas en Chilca), y/o por problemas burocráticos como el suscitado con Kallpa. Pero aun si la ampliación se lograra, los problemas continúan. Por un lado, ya está retrasada la ampliación de las redes de transmisión que se necesitan para suministrar la energía a nivel nacional; por otro lado, los proyectos energéticos en cartera podrían suministrar lo suficiente hasta el 2016, y en adelante no hay proyectos importantes a firme. La construcción de hidroeléctricas, que recientemente se busca impulsar, toma cinco años desde el momento de su adjudicación, mientras que por ahora solo tenemos cronogramas al respecto y se sabe que existen dificultades para que se cumplan los plazos de las convocatorias. Sin embargo, eso no quiere decir que a partir del 2016 habrá necesariamente crisis energética porque estamos todavía a tiempo de enmendar rumbos y solucionar los problemas que traban los proyectos e inversiones, pero hay que empezar ya.