EL GOBIERNO VUELVE A CERO EN SU INTENTO DE LLEVAR EL GAS AL SUR
10 de septiembre de 2012

Hasta el 29 de marzo todo andaba bien. Ese día el presidente Ollanta Humala, enfundado en la indumentaria de un líder machiguenga, en la plaza de Quillabamba, puso "la primera piedra" del Gasoducto Sur Andino (GSA). Después del discurso, el mandatario bajó del estrado y colocó un tubo en la plaza principal de la capital de La Convención, provincia cusqueña, cuyo suelo provee del recurso a la naciente industria gasífera. Era un gesto simbólico que ponía en marcha una obra ofrecida en la campaña electoral y fundamental para el desarrollo del sur peruano. El GSA tiene previsto transportar gas seco y líquidos de Camisea a 16 ciudades.Kuntur obtuvo la concesión en el 2008 para ejecutar el trazo y lo ha presentado como un proyecto integral. Masificará el uso del combustible barato en viviendas domésticas, vehículos, industria, generación eléctrica y un polo petroquímico en la costa sur. Los tres últimos rubros dan rentabilidad al GSA tasado en US$ 5.616 millones. Cuatro meses después hubo un cambio de planes. El gasoducto sureño pasó a segundo plano. En el mensaje de Fiestas Patrias, el presidente anunció la construcción de otros ductos invocando la seguridad energética del país. Uno de Pisco (Ica) a la costa sur para trasladar etano. Otro de Camisea a Quillabamba que operaría como repuesto al gasoducto de Lima y del que depende el 40% de la energía del país. El Ejecutivo oficializó estas intenciones días después con el proyecto de ley 1396 pero con un añadido: consignó un ramal a Cusco y Puno.